NOTICIAS IMPACTANTES: Pam Bondi ha lanzado una furiosa diatriba en televisión en vivo, exigiendo que la NFL cancele el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl de Bad Bunny. Bondi acusó la actuación de Bad Bunny de ser “más que solo música” y de estar montada como un mensaje político encubierto, promoviendo movimientos “conscientes” y erosionando los valores tradicionales estadounidenses. Su indignación se viralizó rápidamente, pero fue la conclusión de la declaración de Bondi la que realmente impactó a las redes sociales


NOTICIAS IMPACTANTES: Pam Bondi ha lanzado una furiosa diatriba en televisión en vivo, exigiendo que la NFL cancele el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl de Bad Bunny. Bondi acusó la actuación de Bad Bunny de ser “más que solo música” y de estar montada como un mensaje político encubierto, promoviendo movimientos “conscientes” y erosionando los valores tradicionales estadounidenses. Su indignación se viralizó rápidamente, pero fue la conclusión de la declaración de Bondi la que realmente impactó a las redes sociales

En un momento de alta tensión cultural y política en Estados Unidos, la exfiscal general de Florida y figura prominente del ala conservadora, Pam Bondi, irrumpió en las ondas televisivas con una denuncia incendiaria que ha sacudido las redes sociales y reavivado el debate sobre el rol de la música en la esfera pública. Durante una aparición en vivo en el programa matutino de Fox News este martes, Bondi no se contuvo al abordar el anuncio reciente de la NFL: el rapero puertorriqueño Bad Bunny encabezará el espectáculo de medio tiempo del Super Bowl LX, programado para el 8 de febrero de 2026 en el Levi’s Stadium de Santa Clara, California. Con el rostro enrojecido y el tono elevado, Bondi exigió de manera inmediata y categórica que la liga deportiva cancele el evento, argumentando que se trata de una afrenta directa a los “valores tradicionales estadounidenses”.

“Esto no es solo un concierto, es una invasión ideológica disfrazada de entretenimiento”, proclamó Bondi, apuntando directamente a Bad Bunny, cuyo nombre real es Benito Antonio Martínez Ocasio. La abogada, conocida por su lealtad inquebrantable a Donald Trump durante el juicio político de 2020, describió la actuación como “más que solo música”: un montaje deliberado para insertar mensajes políticos encubiertos que promueven movimientos “conscientes” –un término que empleó con sorna para referirse a causas como los derechos de los inmigrantes y la justicia social–. Según Bondi, el show erosionaría los pilares de la identidad nacional, como el patriotismo y la unidad familiar, al priorizar “agendas radicales” sobre el deporte puro. Recordó la participación de Bad Bunny en el Super Bowl de 2020 junto a Shakira y Jennifer López, donde se incluyeron imágenes de niños en jaulas para denunciar las políticas migratorias de la era Trump, un elemento que, a su juicio, transformó el halftime en un “mitin político” en lugar de un espectáculo familiar.

El contexto de esta diatriba no podría ser más oportuno –o incendiario–. El anuncio de la NFL, realizado el domingo pasado en colaboración con Apple Music y Roc Nation de Jay-Z, ha generado una tormenta perfecta de reacciones divididas. Bad Bunny, el artista más reproducido en Spotify a nivel global y ganador de múltiples Grammys, representa un hito para la cultura latina: será el primer headliner que actuará exclusivamente en español, celebrando el orgullo puertorriqueño con un statement que él mismo describió como “para mi gente, mi cultura y nuestra historia”. En una declaración poética, el boricua se presentó luciendo un sombrero pava, chanclas y un traje inspirado en el legendario Héctor Lavoe, sentado sobre un poste de fútbol en una playa de Puerto Rico al atardecer. “Ve y dile a tu abuela que seremos el HALFTIME SHOW DEL SUPER BOWL”, bromeó, evocando la calidez de la tradición isleña en un evento que atrae a más de 100 millones de espectadores mundiales.

Sin embargo, para sectores conservadores como el de Bondi, esta elección es un error garrafal. Bad Bunny ha sido abiertamente crítico con Trump: en su gira mundial de 2025, decidió omitir fechas en el continente estadounidense por temor a redadas de ICE en sus conciertos, donde fans latinos podrían ser blanco de deportaciones. “No voy a exponer a mi público a ese riesgo”, declaró el artista, una postura que ha sido interpretada por la derecha como “antiestadounidense”. Influencers MAGA, como el podcaster Benny Johnson, han calificado el show como “el colmo de la autodestrucción de la NFL”, mientras que el comentarista Greg Price tuiteó: “Eligen a Bad Bunny pese a que él mismo dijo que no actuaría en EE.UU. por las deportaciones de ilegales”. Incluso el gobernador Gavin Newsom, demócrata, intervino con humor en X: “Benny, cálmate, todos sabemos que escuchas a Bad Bunny jajaja”.

La furiosa intervención de Bondi, transmitida en prime time, se viralizó en cuestión de minutos. Clips del monólogo acumularon millones de vistas en TikTok y X, con hashtags como #CancelBadBunny y #DefendAmerica escalando en tendencias. Pero fue la conclusión de su declaración la que desató una ola de memes y debates feroces: “Si la NFL permite esto, que Dios ayude a América, porque el diablo ya está en el escenario bailando reggaetón”. La frase, pronunciada con un dramatismo digno de un sermón evangélico, comparó implícitamente a Bad Bunny con una fuerza maligna, fusionando conservadurismo religioso con xenofobia cultural. Críticos progresistas la tildaron de “ridícula y racista”, mientras que aliados de Bondi la aplaudieron como un “llamado a la cordura”. En Reddit, hilos enteros se llenaron de burlas: “MAGA furioso porque un cantante no blanco menor de 60 actúa. Película a las 11”.

Esta controversia no es aislada en la historia del Super Bowl. El show de Kendrick Lamar en 2025 generó más de 100 quejas a la FCC por supuestamente no incluir suficientes artistas blancos, con elementos como una bandera estadounidense partida en dos simbolizando divisiones políticas. Y en 2020, la actuación de López y Shakira –con Bad Bunny como invitado– ya había provocado acusaciones similares por su denuncia a las separaciones familiares en la frontera. La NFL, consciente del riesgo, ha equilibrado sus selecciones: de Prince a Beyoncé, los halftime han sido tanto espectáculos como plataformas para voces disidentes. Ahora, con Bad Bunny al mando, el evento promete ser un catalizador de orgullo latino y, potencialmente, de protestas callejeras si se incluyen simbolismos anti-ICE.

Bondi, de 59 años y con una carrera marcada por su defensa de causas republicanas, no es nueva en estas batallas culturales. Como fiscal general de Florida desde 2011 hasta 2019, impulsó leyes antiinmigrantes y fue una de las abogadas de Trump en su primer impeachment. Su diatriba llega en un momento delicado: post-elecciones de 2024, donde Trump reclamó victoria, pero la cultura pop resiste con artistas como Bad Bunny, quien vendió estadios en San Juan con su residencia de 30 fechas este año. “Esto es subversivo”, escribió CNN, destacando cómo el puertorriqueño –ciudadano estadounidense por nacimiento– usa su arte para “televisar la revolución”, en eco a Lamar.

Mientras tanto, la NFL guarda silencio, enfocada en los ratings. Bad Bunny, por su parte, ha respondido con elegancia: en Instagram, compartió una foto de su infancia en Vega Baja con la leyenda “Por los que corrieron yardas para que yo meta el touchdown”. Sus fans, mayoritariamente jóvenes y latinos, inundan las redes con edits de Bondi bailando “Tití Me Preguntó”, convirtiendo la indignación en fiesta. Pero la grieta se profundiza: ¿puede el Super Bowl unir a una nación dividida, o será otro campo de batalla?

En última instancia, la diatriba de Bondi no solo expone tensiones raciales y políticas, sino que subraya el poder transformador de la música. Si el show avanza como se planea, podría ser histórico: un reggaetón que resuena en estadios desde Miami hasta México, desafiando narrativas de exclusión. O, si las presiones conservadoras prevalecen, un recordatorio de que incluso en el deporte rey, la cultura latina sigue siendo “controvertida”. Por ahora, las redes arden, y el 2026 se vislumbra como un halftime que nadie olvidará.