No es más una artista – Rosalía es maldecida por toda España: ‘Es una comerciante musical que desnudó al flamenco para vender una copia barata al mercado’ – La tormenta de #FlamencoNoEsPop devora su carrera sin piedad

Lo que comenzó como un fenómeno artístico sin precedentes se ha convertido en una de las polémicas más tóxicas de la música española contemporánea. Rosalía, antes aclamada como la “revolucionaria del flamenco moderno”, ahora está siendo arrastrada por una tormenta de críticas feroces bajo el hashtag #FlamencoNoEsPop. En cuestión de días, la cantante catalana pasó de ser símbolo de orgullo cultural a convertirse en blanco de acusaciones de traición artística y explotación comercial de una tradición sagrada.

Las redes sociales han sido implacables. Cientos de miles de usuarios denuncian que Rosalía ha transformado el flamenco, una forma musical íntimamente ligada a la historia y al dolor del pueblo andaluz, en un producto superficial mezclado con reggaetón, trap y estética de consumo masivo. “Ella no respeta la raíz. Solo quiere usar la imagen del flamenco para ganar likes y dinero”, comentó un reconocido guitarrista flamenco en X (antes Twitter). La frase más compartida del escándalo: “Rosalía no canta flamenco, lo prostituye”.

Más allá de la crítica estética, hay un trasfondo cultural profundo. Muchos artistas tradicionales y académicos de la música consideran que Rosalía se ha apropiado de una expresión cultural que no le pertenece del todo, y la ha comercializado sin contexto ni respeto. “No basta con ponerse una bata de cola y hacer palmas fuera de compás”, reclamó públicamente una cantaora sevillana en una entrevista radial que se volvió viral.

El fuego se avivó aún más cuando se reveló que en entrevistas internacionales, Rosalía evitaba mencionar a referentes clásicos del flamenco y prefería citar a productores anglosajones. “No sólo está vendiendo una imagen distorsionada, sino que borra deliberadamente las voces que construyeron el flamenco con sangre y sudor”, dicen los críticos.

Algunos defensores de la cantante argumentan que todo artista tiene derecho a reinterpretar los géneros y que el arte evoluciona. Sin embargo, la mayoría coincide en que Rosalía ha cruzado una línea roja: transformar un legado cultural vivo en una herramienta de branding personal. La acusación que más se repite: “Ha convertido el flamenco en merchandising”.

A pesar de no haber hecho declaraciones oficiales, la presión social ha comenzado a reflejarse en su imagen pública. En su última aparición en Madrid, un grupo de manifestantes la recibió con pancartas que decían “Flamenco no es pop” y “El arte no se vende, se honra”.

La caída de Rosalía no será por una nota mal afinada ni por un paso de baile equivocado. Si termina cayendo, será por haber subestimado el peso emocional y simbólico de un arte que no se deja transformar sin resistencia. El flamenco, más que música, es memoria viva. Y la memoria, cuando se siente traicionada, ruge.