El pasado lunes, la llegada de Rihanna al tribunal de Los Ángeles, donde se presentaba para apoyar a su pareja A$AP Rocky en su juicio, se convirtió rápidamente en un escándalo viral que ha puesto en jaque su imagen pública. No por su presencia, ni por su silencio en la sala, sino por lo que llevaba puesto: un abrigo de piel auténtica que provocó indignación inmediata entre activistas de derechos animales, fanáticos y medios de comunicación.
En la entrada del tribunal, un pequeño grupo de manifestantes ya la esperaba. Uno de ellos levantó un cartel en letras rojas que decía: “¡Monstruo que viste pieles! ¿Quién demonios usa eso en 2025?”. Mientras los flashes capturaban el momento, Rihanna caminó lentamente frente a ellos, con la cabeza en alto, gafas de sol oscuras y el abrigo cubriéndole casi todo el cuerpo. Pero lo que más impactó no fue el abrigo en sí, sino su total indiferencia ante la protesta. No desvió la mirada, no hizo contacto visual, no mostró sorpresa ni incomodidad. Caminó como si nada.
Las redes estallaron. En cuestión de minutos, “#RihannaSinAlma” y “#PielNoEsModa” se convirtieron en tendencia. Cientos de usuarios, incluidos exfans declarados, compartieron imágenes de animales asesinados por la industria peletera junto a capturas del look de la cantante. Algunos medios de defensa animal no tardaron en emitir comunicados condenando la actitud de la artista, calificándola de “fría, anticuada y cruel”.
Lo más llamativo para muchos fue el contraste entre la Rihanna activista de otras épocas —la que hablaba sobre feminismo, justicia social y empoderamiento— y la figura distante, glamorosa y completamente ajena a la realidad del sufrimiento animal. “¿No se supone que ella representa una nueva generación de líderes conscientes? Hoy simplemente se comportó como una estrella más atrapada en su burbuja de poder”, escribió un periodista de moda ética.
Aún más desconcertante fue el silencio absoluto de la artista. Ni su equipo de prensa, ni su cuenta oficial, emitieron comentarios al respecto. Esta omisión fue interpretada por muchos como un intento deliberado de ignorar la controversia, como si su fama le permitiera salir impune de cualquier crítica.
Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Algunos seguidores de toda la vida publicaron mensajes despidiéndose de ella como ídolo, asegurando que “no pueden apoyar a alguien que normaliza la crueldad”. Incluso se han iniciado peticiones en línea exigiendo que Savage X Fenty —su marca de lencería— se comprometa públicamente a rechazar el uso de materiales de origen animal.
Lo que debía ser un simple gesto de apoyo legal terminó destapando una grieta profunda entre Rihanna y la conciencia colectiva actual. En tiempos donde la empatía es un valor tan demandado como la autenticidad, la imagen de una Rihanna envuelta en piel y silencio ha dejado una huella difícil de borrar.