En lo que se perfila como uno de los trimestres más turbulentos en la historia de Tesla, el gigante de los vehículos eléctricos registró una impactante caída del 71% en sus ganancias, lo que indica una profunda inestabilidad bajo la brillante fachada tecnológica de la compañía. La pérdida —una asombrosa disminución interanual de 981 millones de dólares— no solo representa un duro golpe financiero, sino un momento simbólico que sugiere que el prestigio global de Elon Musk podría estar empezando a deslucirse.
Mientras Tesla tropieza, los mercados tradicionales pierden la confianza. Los clientes chinos le dan la espalda, los compradores europeos se alejan, e incluso Wall Street se prepara para el impacto. Por primera vez en años, la pregunta ya no es solo si Tesla puede cumplir, sino si el propio Elon Musk se está convirtiendo en un lastre.
El drástico informe de resultados se publicó el 22 de abril, cuando Tesla anunció que sus ingresos netos del primer trimestre de 2025 se habían desplomado a tan solo 409 millones de dólares, frente a los 1.390 millones de dólares del mismo período del año anterior. Los ingresos también se vieron afectados, pasando de 21.300 millones de dólares a 19.300 millones de dólares, mientras que los márgenes brutos se redujeron del 17,4 % al 16,3 %.
Las cifras estuvieron muy por debajo de las expectativas de Wall Street, y aunque un breve aumento del 5% en las operaciones fuera de horario sugirió cierto alivio de los inversores por el renovado enfoque de Musk en Tesla, hizo poco para compensar una caída en picada de las acciones que duró un año y superó el 40%.
Elon Musk, director ejecutivo de la compañía, intentó restar importancia a la crisis con su bravuconería característica. En una llamada con analistas, afirmó que la “gran labor” de establecer el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), una controvertida agencia federal que ayudó a dirigir, ya había quedado atrás.
Se comprometió a regresar a Tesla a tiempo completo, dedicando “mucho más tiempo a Tesla” a partir de mayo y dedicando solo “un día o dos por semana a asuntos gubernamentales”.
Sin embargo, la reacción del mercado fue clara: el mundo ya no está tan dispuesto a confiar en la palabra de Musk.
Los problemas de Tesla en China son especialmente preocupantes. China, que en su día fue el mercado de crecimiento internacional más importante para la compañía, se ha convertido rápidamente en un territorio hostil. A principios de este mes, Tesla se vio obligada a suspender los pedidos de clientes continentales de dos de sus modelos insignia —el Model S y el Model X— debido a lo que la compañía describió como “condiciones de mercado”.
Sin embargo, expertos del sector señalan problemas más profundos: mayor competencia, reacción de los consumidores contra las posturas políticas de Musk y una menor confianza en las afirmaciones de conducción autónoma de Tesla.
El gigante chino de vehículos eléctricos, BYD, ha lanzado un reto formidable al presentar una batería de nueva generación que se carga en cuestión de minutos. Sumado al orgullo nacional y al apoyo estatal, el auge de BYD ha ejercido una gran presión sobre las operaciones de Tesla en Shanghái. La otrora fiel base de consumidores chinos está migrando hacia alternativas nacionales que ofrecen no solo innovación tecnológica, sino también neutralidad política.
El hecho de que Tesla todavía produzca el Model 3 y el Model Y en Shanghai ofrece cierto margen de maniobra, pero con el sentimiento nacionalista en aumento y los directores ejecutivos extranjeros bajo un escrutinio cada vez mayor, es difícil ignorar las señales de futuro.
Mientras tanto, la posición de Tesla en Europa, otrora un motor de crecimiento fiable, se está deteriorando. La controvertida actividad de Musk en redes sociales y su abierto apoyo a figuras de extrema derecha en la región han alejado a amplios sectores de los consumidores. Lo que una vez lo convirtió en una estrella tecnológica ahora se percibe como errático, polarizador y, en algunos casos, ofensivo.
Los fabricantes de automóviles europeos también se están poniendo al día. Marcas tradicionales como Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz han acelerado sus programas de vehículos eléctricos, presentando modelos elegantes equipados con tecnología avanzada, interiores refinados y precios competitivos. Tesla, que ya no es la única opción, se ve obligada a defender su posición en un mercado que valora tanto el rendimiento como la política.